domingo, 31 de marzo de 2013

Del modelo económico chileno


El mito de la economía chilena

Muchos hemos escuchado hablar del milagro económico de Chile. Con convicción decimos que estamos en vías de desarrollo e incluso, con aires de superioridad, decimos que somos los jaguares de Latinoamérica.

La verdad es que Chile es un país estable, la inflación está controlada y tiene un relativamente alto crecimiento económico. El PIB per cápita es alto en comparación a algunos países de la región. Además, hay grandes empresas, bastante tecnología, nuevas carreteras, autos, enormes centros comerciales…

Y bueno, podemos construir muchos indicadores macroeconómicos que muestren “lo bien” que está la economía chilena, que nos permitan mirar desde arriba a todos estos países bananeros que, imagínense, en pleno siglo XXI usan caminos de tierra, viven en el campo y visten ropas indígenas… se nota que no siguen la moda de Nueva York o de París. “No como en Chile”, pensamos orgullosos.

¿De dónde viene?

Vivimos, probablemente, en el país más neoliberal del mundo. Ni los ingleses ni los gringos se han atrevido a seguir tan fielmente los principios de la libertad económica que profesan, ni han sido tan ilusos en creer que la búsqueda del bienestar individual llevará al mejor resultado para la sociedad en su conjunto. Los Chicago Boys – estudiantes de economía en la Universidad de Chicago bajo las ideas de Milton Friedman – trajeron durante la dictadura sus políticas a nuestro país y experimentaron así todas sus teorías. El resultado lo vemos hoy.

De todas formas, no debemos preocuparnos: al menos la teoría está de nuestro lado. Hay un trade-off – una disyuntiva – entre equidad y eficiencia. Por eso, si nos preocupamos más de la equidad (cómo se reparte la torta), tendremos problemas de eficiencia (y con esto una menor torta que repartir). Entonces, aparece una solución: la famosa teoría del chorreo. Esto simplemente consiste en que si hay mayores riquezas, algo le llegará a la gente.

Así, dejamos en un segundo (tercer, cuarto, quinto) plano el incómodo problema de la equidad, y nos ponemos como principal objetivo económico la eficiencia. La mejor manera de conseguirlo, es dejando que cada uno busque su bienestar propio, sin intervención estatal, con lo que maximizaremos el bienestar de toda la sociedad. El país del “sálvese quien pueda”, como dijeron por ahí. Claro, podemos, de vez en cuando, corregir una que otra falla de mercado: unos bonos de carbono por aquí y nos sentimos más ecológicos, otra transferencia por acá y algunas personas estarán más contentas…

¿Es lo que queremos?

Pero, ¿es ese el milagro chileno? ¿Es, por ejemplo, tener un mall gigante lleno de tiendas invitando al consumo un “buen” país económicamente?

El otro día un mechón de FEN se acerca y me dice: “Es que los otros sistemas económicos no funcionaron. Por eso ahora tenemos el capitalismo”. Yo me pregunto, ¿acaso este sistema sí funciona? O la pregunta debiera ser, este sistema económico, ¿para quién funciona?

No es suficiente

La ciudadanía chilena hoy nos dice que no es suficiente. Vemos en las calles un pueblo insatisfecho, descontento con la sociedad que construyeron sin preguntarle, dominada por la injusticia y la inequidad. Una sociedad en que los derechos básicos de todos no están garantizados y unos pocos viven a costa de las grandes mayorías.

Cientos de miles de personas se organizan y dicen que no están de acuerdo con la educación que tenemos, ni con el regalo que hacemos de nuestros recursos naturales, como el cobre, ni con el trato que le damos al medioambiente.

Hemos perseguido incansablemente un modelo económico eficiente y hoy sólo tenemos una sociedad descontenta frente a un trato desigual. Tenemos ante nuestros ojos el agotamiento, el colapso, la crisis del modelo neoliberal.

Al mismo tiempo, vemos la fuerza de cambio. Las condiciones en las que nos relacionamos no se condicen con los anhelos de nuestra sociedad, y no estamos dispuestos a perpetuarlo por más tiempo. Confío en que podemos hacerlo: transformaremos la realidad para un mundo distinto.


Publicación original 17 de agosto de 2011

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